¿Qué fue de...? los zurradores de pieles de Valencia

Después de mucho tiempo de inactividad hemos retomado el blog. Lo hacemos inaugurando una nueva serie de artículos, dedicados a los antiguos comercios y actividades gremiales de Valencia.

Lo hemos explicado a menudo ya sea en el blog, en nuestros libros o en entrevistas: el comercio va de la mano de la sociedad, con la que se relaciona muy estrechamente. Hoy en día somos testigos de grandes cambios: la desaparición de tiendas históricas, la "invasión" de franquicias y marcas globales, la transformación del casco antiguo en parque temático para el turismo o la irrupción de las grandes plataformas de comercio en línea, que desafían al comercio presencial de toda la vida.

Pero este modelo de comercio, el que hoy está en riesgo por los grandes cambios sociales y tecnológicos del siglo XXI no es eterno. Es hijo y heredero de los grandes cambios sociales que transformaron a lo largo del siglo XIX la sociedad del Antiguo Régimen, de la mano también de la revolución tecnológica y social que en aquella época cambió por completo el mundo.

En la serie ¿qué fue de...? hablaremos de esos cambios: de los que se produjeron en el siglo XIX y de los que se vienen produciendo en el siglo XXI. Hoy hablaremos de los curtidores de pieles o "zurradores", de cuyo paso por la ciudad aún queda recuerdo en la calle que lleva su nombre.

Curtir pieles no es una actividad agradable: supone molestos y desagradables olores, que convierten al entorno de las curtidorías en un lugar particularmente fétido, es por ello que se situaban en las afueras de las ciudades o arrabales extramuros.

Los zurradores formaban parte de ese mundillo, aunque su actividad era algo menos molesta que la que ejercían los curtidores. Si bien estos últimos se encargaban de preparar las pieles para transformarlas en cuero, los zurradores o assaonadors desempeñaban una tarea dura aunque menos molesta: ellos recibían los cueros y los trabajaban para pulirlos y despojarlos de pelo.

Emblema gremial de Gremi d´Assaonadors

Los zurradores eran por tanto los encargados de la segunda fase del procesado de las pieles hasta que se convertían en prendas u objetos de uso cotidiano: el curtidor las transformaba en cuero, el zurrador las despojaba de pelo y las dejaba tersas y finalmente llegaban como materia prima a los distintos artesanos que elaborarían el producto final.

El hecho de que su actividad no fuera tan molesta como la de los curtidores, pese a trabajar con cueros, explica que se concentrasen en torno a la calle de Zurradores, o carrer dels Assaonadors. En dicha calle hubo talleres de zurrador y estuvo también su sede gremial. nunca fueron un gremio numeroso: eran 47 en 1531 y su numero debió decrecer pues en los siglos XVII y XVIII se cuentan entre 25 y 30 representantes de dicho gremio entre los asistentes a diversos actos públicos.

La irrupción de las máquinas de vapor y de la industria peletera mecanizada acabó con el oficio. La supresión de la legislación gremial acabó con el último reducto que los protegía de la competencia y a lo largo del siglo XIX los zurradores entraron en un continuo declive.

En 1885 aún sobrevivían diez artesanos zurradores en Valencia. Tres de ellos aún tenían sus obradores en la calle que desde hacía siglos había representado el epicentro de sus actividades. Estos últimos "resistentes" eran el taller de la viuda de Ramón Vicens, en Zurradores, 8; el de José Ferrer en Zurradores, 11 y el de Miguel Ferrer en Zurradores, 13.

Pues bien, en los últimos meses del siglo XIX, en las puertas mismas del nuevo siglo, la profesión estaba prácticamente extinta. Tan solo quedaban dos talleres, últimos reductos de la centenaria tradición, y ninguno de ellos se encontraba ya en la antigua calle gremial de Zurradores: Carlos Casañ y Roig sobrevivía en la calle de Lepanto mientras que Josefa Puig y Martí lo hacía en la de Blanquerías. A lo largo de la primera década del siglo la profesión se fue extinguiendo poniendo de esta manera fin a siglos de actividad en las calle de Valencia.

Calle de Zurradores, Assaonadors u Hostal de En Moles en el plano de Tosca de 1704

¿Qué fue de los obradores de la calle Zurradores?

Esta calle fue el último reducto de la centenaria profesión y acogió al que probablemente fue el último "zurrador" importante de Valencia: Eduardo Ferrer, que aún ejercía en 1905 en el número 15 de la histórica vía.

A lo largo de los siguientes años la modernidad alcanzó también a la denominación de la profesión, que fue decayendo y desapareció de los directorios comerciales. Los nuevos tiempos habían alcanzado también a la forma de nombrar a los viejos oficios, cada vez más mecanizados. Así Eduardo Ferrer, el último "zurrador" de la calle Zurradores y probablemente de la ciudad entera, transformó su negocio en " fábrica de curtidos". Hacia 1915 no era además el único negocio de ese tipo en la calle, muestra de que aunque los viejos oficios y costumbres decaían aún se resistían a una completa extinción. Puede que los zurradores continuaran existiendo pero evitaban ya en viejo nombre gremial para adoptar el más moderno y pomposo de "fabricante de curtidos", acaso también porque los viejos talleres comenzaban también a abrir ventanas a la modernidad, adoptando nuevos usos y herramientas.

Tres negocios vinculados al curtido de pieles operaban en la calle a principios de los "felices años veinte". Dos de ellos portaban el apellido Ferrer, vinculado desde hacía décadas a los úliumos vestigios de la curtiduría urbana de Valencia: eran el de Eduardo Ferrer, ya calificado en exclusiva como almacén; el de Enrique Ferrer, fábrica de curtidos.El tercero, fábrica también, pertenecía a Tomás Jíménez Serra.

Los primeros años de la II República fueron también los de la decadencia final de la profesión. Extinguidos los demás, la viuda de Eduardo Ferrer regentaba el último negocio vinculado al curtido de pieles. Pero la tradición centenaria de la calle parecía exhalar un último aliento, se aferraba a la existencia, parecía querer sobrevivir a cualquier precio: en los años cuarenta Juan Calvo sostenía esta última fábrica de curtidos, cargando, tal vez sin saberlo, con el peso de siglos de tradición al borde mismo de la extinción, como si el espíritu de la calle, anidado en sus baldosas, no quisiese renunciar para siempre a sus dominios.

Fue el último suspiro pues a mediados del siglo XX también esta reliquia de la historia había decaído. Quedó desde entonces el nombre de la calle como mero recuerdo de aquello que fue. El viejo baldosín de cerámica que la denominaba, maltratado por el tiempo, hoy ni siquiera tiene valor oficial y una anodina placa municipal toma el trabajo de dar nombre a una calle en la desde hace décadas perdió ya todo sentido.

Aprovechamos para comentar que realizamos una colaboración el último miércoles de cada mes en el programa de Levante TV  "Valencia Directe", que conduce Ximo Rovira. En él hablamos de históricas tiendas de Valencia, curiosidades, historias y datos de interés sobre el comercio histórico de la ciudad.

 Os dejamos enlace al programa del pasado 27 de febrero:


Si te interesan las tiendas antiguas y con encanto, en este libro encontraras la historia de 75 comercios de la Ciudad de Valencia con fotografías y publicidad de época. Una forma diferente de ver la historia de Valencia, un regalo nostálgico y también, una forma de apoyar la labor de estudio y difusión de los autores de este blog.








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