PRODUCTOS DE ÉPOCA: EL ACEITE DE RICINO


A los más jóvenes el nombre les sonará a chino y a los viejóvenes de mi generación, a cosa viejuna de los tebeos de Zipi y Zape, pero el aceite de ricino fue un producto popular durante buena parte del siglo XX, aunque los avances de la medicina lo fueron arrinconando.

¿Pero qué era este aceite de ricino y para qué se empleaba?

Se obtiene de las semillas del ricino (ricinus communis), una simiente con forma y apariencia de habichuela pinta. A pesar de su apariencia amigable, son extremadamente tóxicas por su contenido en ricina, y su consumo directo puede suponer la muerte. El aceite se obtenía prensando la semilla y calentando el líquido que resultaba, para descomponer la ricina, rebajando su toxicidad a niveles tolerables.

Aquel mejunje poseía un sabor inigualable, por repugnante, no por delicioso. Tanto que se cuenta que en ocasiones se empleaba para castigar a la muchachada díscola, aunque en realidad se debía emplear como laxante.

Más que medicina, aquello era el remedio que hubiera empleado un científico loco, enemigo de la humanidad. Porque purgar, purgaba lo suyo, ya que a causa de su toxicidad irritaba la mucosa intestinal, impedía la absorción de agua y aquello se resolvía con cólico, diarrea y vómitos.



A precio de envenenamiento leve, la victim… el paciente, sin duda, recibía una efectiva limpieza intestinal. Pero lo que hubiera debido ser, a lo sumo, un remedio para el estreñimiento, a menudo era considerado como la panacea que curaba (es un decir) cualquier mal que cursase con sintomatología digestiva y tal vez porque la hambruna provoca pìnchazos y retortijones, fue aquel ricino tan popular durante la posguerra, aunque la literatura científica del siglo XIX describe su empleo en otros males, como por ejemplo, el cólera (porque es una gran idea provocar vómito, diarrea y deshidratación, como método curativo, a quien ya las sufre).

En fin, en la clasificación taxonómica de Linneo aquella planta había recibido el nombre de palma Christi, (palma de Cristo) no sabemos si por sus bondad o por su martirio, pero en 1847 se contaba que aquella hierba era estupenda para espantar a los topos de cultivos y jardines. Mamífero listo aunque corto de vista, mientras que el topo escapaba de aquello, los seres humanos optaron por beber su aceite a cucharadas. En la actualidad, por fortuna, se emplea tan solo en cosmética, denominado a menudo como “aceite de castor”, porque se ve que la industria cosmética no gana suficientes millones como para pagar a un traductor decente y así interpretan el “castor oil” inglés, que no es otra cosa que aceite de ricino, no bicho fluvial exprimido.

Como aquello sabía a rayos, provocando malestar y desazón en los dos extremos del aparato digestivo los fabricantes fueron saborizándolo y edulcorándolo, para atenuar sus matices más repulsivos y facilitar su aceptación entre los niños. Así aparecieron todo tipo de brebajes con variados sabores.



Aunque este artículo no habla propiamente de un comercio, apuntaremos que las primeras imágenes que lo ilustran corresponden a una marca elaborada en Valencia. El Naranjil fue un aceite de ricino aromatizado con naranja, cuya denominación fue registrada en 1925 por Vicente Llorens Sastre y que estuvo en el mercado durante la mayor parte del siglo XX.

Por su parte el aceite de ricino del Laboratorio Camós se elaboraba en Algemesí, en una farmacia de solera sobre cuya pista nos pone el blog Algemesí en la memoria. María Nieves Bueno Ortega, su autora, explica que la farmacia fue regentada durante décadas por Fernando Camós Vidal, que falleció en 1986. Hoy es la Farmacia Perfumería Cortés de la calle Valencia. Por nuestra parte añadiremos que el aceite de ricino Camós data como mínimo de 1935 pues ese año al menos, el citado Fernando Camós registró la marca “Fernando Camós, Algemesí” para comercializar bajo tal denominación preparados farmacéuticos diversos y en particular, aceite de ricino.

Gumersindo Fernández Serrano

De los textos: Gumersindo Fernández Serrano; Enrique Ibáñez López


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