¿QUÉ FUE DE…? EL MERCADO NUEVO DE VALENCIA

 

Fue el primer mercado techado de la ciudad, aunque bueno, tal vez sea mucho decir, pues la mayor parte de su espacio estaba reservado para una plaza central a cielo abierto. No era grande, no era sofisticado y en resumen, casi nació pequeño y enseguida resultó insuficiente para una ciudad populosa que se encontraba en expansión. Al final las ambiciones urbanas pudieron más que la nostalgia y aquella obra fue derribada para dejar sitio a un mercado mayor y de más empaque, el actual Mercado Central.

Ocupaba, pues, parte del solar del actual mercado. Solo parte, pues era más pequeño, una sencilla obra que consistía en una zona para hacerla servir como pescadería y galerías de pórticos que delimitaban un espacio abierto en el centro. Se inauguró en 1839.


A la derecha, cortado en la imagen, se ven los pórticos y patio central del Mercado Nuevo

Sucedía que hasta entonces Valencia no había tenido una verdadera infraestructura para albergar su bullicioso mercado de origen medieval, un laberinto de tenderetes desmontables que tomaba la plaza del Mercado, dejando a su paso un reguero de insalubridad y malos olores.

Aquella plaza bulliciosa fue en el medievo poco más que un pedregal por donde drenaban escorrentías de agua que configuraban el complejo hídrico asociado al estuario y último tramo del curso del río Turia. A fuerza de crecer la ciudad, se transformó el paisaje y aquel lugar se fue nivelando y empleando como mercado extramuros de la vieja cerca islámica. La ciudad creció, como también lo hizo la muralla y aquel lugar acabaría rodeado en buena parte por conventos, iglesias y hasta un cementerio parroquial, además, claro está, de la Lonja de Mercaderes o, por su nombre más popular, Lonja de la Seda.

El lugar, ya urbanizado dentro de la ciudad y empleado como mercado, poseía pórticos que a falta de mejor remedio, ofrecían algún resguardo (aunque la mayoría de tenderetes estaba igualmente expuestos a la intemperie). Pero la ciudad se transformó y según se derribaban conventos o caían los viejos inmuebles, lo hacían también los pórticos que otrora habían definido el paisaje urbano de este y otros lugares de la ciudad. Las autoridades les habían declarado la guerra, casi literalmente, por ser, al caer la noche, refugio de maleantes y de todo tipo de actividades poco convencionales y esto es, entienda quien me lea, solo una forma elegante de decirlo…

Sin porches, el magro refugio que ofrecían se fue con ellos. Las desamortizaciones del siglo XIX marcaron el fin de los viejos conventos, el de “les Malaenes” o convento de las Magdalenas, fue hundido en 1838. Sí, la práctica del urbanismo en Valencia nunca ha sido demasiado sutil…

Encontramos entonces que había una necesidad de mercado cubierto y ahora, un espacio disponible sobre el que levantarlo. A veces se alinean los planetas y en lugar de especular, alguien piensa en el interés público, así aquel solar se definió como hogar del anhelado mercado cubierto. Resultó que, sin mucha originalidad y como no había otro, aquel resultó ser “el mercado nuevo” y con ese nombre se quedó para los restos.

Con el paso de las décadas, aquella obra resultó insuficiente y no demasiado gloriosa en una ciudad que vivía una edad de oro de la arquitectura. No debía ser obra de gran calidad tampoco, pues prácticamente tuvo que ser hundida y reconstruida a finales del siglo XIX, para prevenir su deterioro y mejorar su capacidad. Fosilizada en el tiempo, a principios del siglo XX no había allí ni retretes ni saneamientos, para horror de las mentes pensantes y del olfato colectivo. El municipio hubo de poner remedio y más dinero en aquel mercado pequeño y mal equipado. El mal del pobre: la ciudad llevaba dos décadas trazando planes para construir algo mejor, pero como los constructores no aceptaban en pago las telarañas de la caja fuerte municipal y hacer planes salía gratis, pues todo se quedó en proyectos y el dinero escaso se fue en parchear el viejo Mercado Nuevo.



El caos de tenderetes en la plaza y en la esquina inferior izquierda, se atisba el Mercado Nuevo. 
Archivo Enrique Ibáñez

Al final Valencia resolvió que a lo mejor se podía sacar la pasta de hacerle la pelota al Rey. En fin, no es exactamente así, disculpen el sarcasmo malévolo, pero algo de eso hay. Bueno, no sirvió de nada, pero sobre planes tan peregrinos acabó la ciudad levantando el Mercado Central. El Mercado Nuevo se sumó a la lista de inmuebles que serían derribados para edificar el novísimo mercado (que para “nuevo” ya estaba el viejo) y el derribo fue autorizado en 1916.

Del viejo Mercado Nuevo apenas si quedan planos, alguna foto en la que aparece de casualidad, como el gracioso que se cuela en una imagen de la que no es protagonista, y algún grabado en el que se ve su fachada. Es historia pero por no quedar, no queda ni arqueología, pues el solar fue vaciado, a barrenazos, para hacer el sótano del Mercado Central.

Gumersindo Fernández Serrano


Copyright, de los textos: Gumersindo Fernández Serrano; Enrique Ibáñez López.


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